La maquina en la que vivo

He leído una novela de ciencia ficción en la que la humanidad evolucionaba mediante la tecnología. Máquinas como en Blade Runer con aspecto humano, que no enferman, pueden aprender de forma rápida, no envejecen…pero ante esta posibilidad, son muchos los que creen que esas máquinas carecerían de emociones y por lo tanto de libertad interior (también llamada libre albedrio por muchos). Pero me pregunto ¿Y si las máquinas estuvieran más cerca de nosotros de lo que pensamos?

Andando por Barcelona, o por cualquier gran metrópolis, observo cómo muchas veces nos comportamos como máquinas, muy sofisticadas, si,  y que ni siquiera son conscientes de cómo funcionan y se comportan, o se escandalizan ante la más mínima insinuación de que se comportan como tales….

Esto me lleva a reflexionar sobre el concepto: LIBERTAD INTERIOR.

Siempre ha existido la controversia acerca de si el hombre es libre o no.

El hombre si tiene libertad interior, pero muchas veces no actúa como si realmente fuera libre…

Cuando me refiero a libertad, no me refiero a la libertad operativa, a aquella que nos permite hacer lo que queremos, sino a la libertad interior, que es la que nos lleva a hacer lo que debemos, nos permite elegir entre lo ético y lo no que no lo es, o elegir hacer lo correcto, aunque no sea cómodo, ni nos beneficiemos con ello.

Cualquier persona que haya permanecido presa por cualquier causa os explicará claramente la diferencia entre privado de libertad operativa y con libertad interior, además de las miles de frases escritas en posters que podemos leer sobre la libertad…

Para los que viven su libertad interior, el pasado no predice su futuro, ya que el futuro se va creando en base a las elecciones que libremente tomamos en el presente y que van conformando nuestro destino.

Cuando nos olvidamos de los valores o de las guías que dan sentido a nuestra existencia, quedamos atrapados en una dimensión donde se ven reducidas las posibilidades de crear algo verdaderamente valioso.

Sin darnos cuenta, ante determinados desencadenantes externos o internos, podemos quedar atrapados en una dimensión puramente biológica y fundamentalmente instintiva, donde olvidamos del plano de los valores (reconocimiento, respeto, interés, atención…) de los principios (solidaridad, entrega…) y del verdadero sentido de la vida. Nuestro comportamiento se convierte en una serie de reacciones automáticas, instintivas, animales, en fin, de pura máquina, biológica, eso sí, muy sofisticada pero sin libertad interior, ya que lo que nos mueve es la programación propia (genética, educación, etc.…)

Pero por el hecho de que mi cuerpo sea el resultado de miles de interacciones físicas y químicas con dimensiones y peso específico, no significa que tan solo sea eso.

Cuando nos comportamos como máquinas biológicas buscamos el placer y huimos del dolor, todo lo que pensamos, sentimos, decimos o hacemos son puras reacciones automáticas aprendidas, aunque no seamos conscientes de ello. Cuando un ser humano vive como si solo tuviera un cerebro, un cuerpo y todo se puede explicar desde aquí, vive de una manera desequilibrada y no acorde con su esencia, con aquello que le hace ser lo que es y no otra cosa, lo que le convierte en único e identificable.

Si prescindimos del plano donde reside lo más hermoso de nuestra humanidad, aquello que hace que los demás nos importen y que establezcamos vínculos emocionales con ellos, entonces… todos perdemos, porque es en ese plano donde trascendemos, superamos a la máquina, descubrimos una verdadera comprensión que son la compasión y el perdón.

Cuando prescindimos de esta dimensión de nuestra humanidad, nos sentimos profundamente separados de los demás o incluso amenazados y no nos permite movernos con ligereza, por lo que repetimos una y otra vez las mismas cosas hasta convertirlas en hábitos que luego cuestan de eliminar.

La máquina NECESITA. Ha de estar experimentando de manera continua controlando todo lo que sucede y queda  tan englobado completamente por dicho control que es incapaz de pensar creativamente.

Si nos desesperamos porque después de muchos esfuerzos durante años por cambiar vemos que nada ha cambiado, tenemos que pensar que lo que vemos o pensamos no es la única realidad que existe, pero si es la única que podemos ver desde el plano en el que nos situamos. Debemos alcanzar una nueva perspectiva. Cuando uno no comprende ciertas cosas, no aprende suficientemente rápido o no se siente capaz de alcanzar sus metas, no es porque carezca de la capacidad, sino que dicha capacidad y talento pertenecen a otro plano que no está en la máquina biológica, gobernada esencialmente por nuestro Yo superficial, nuestro ego.

Nuestra oportunidad está en despertar la conciencia para darnos cuenta de cómo está operando la máquina, que programas o roles interpreta, contemplarla como si pudiéramos verla desde fuera y observando con curiosidad su funcionamiento. Aprender a salir de la dimensión de máquina para acceder a un espacio de descubrimiento y abundancia a partir del cual se puede crear una vida nueva, con las decisiones clave tomadas para trabajar en proyectos vitales y relacionarnos con los demás, abriendo las puertas al crecimiento y la evolución.

Decía Lloyd Alexander que “una vez que tienes el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que realmente es y de darle su verdadero nombre, carece de poder sobre ti”.

A la familia hay que amarla, pero a nuestros amigos hay que escogerlos, porque la gente que nos está desafiando continuamente para que rompamos viejos moldes es la que va a ayudarnos a experimentar vidas más grandes y enriquecedoras. No debemos temer expresar nuestra grandeza. Si no nos empujamos nosotros mismos para llegar a los límites de nuestro papel y luego traspasarlos, no descubriremos ni quiénes somos en realidad, ni el verdadero potencial que podemos llegar a desplegar. Tendemos a huir de las áreas en las que nos sentimos pequeños e incompetentes, sin acordarnos de que cuando éramos niños nos sentíamos igual para aprender a abrocharnos los cordones de los zapatos.

Vivimos de acuerdo a quienes creemos que somos y todo lo que decimos, pensamos o hacemos nos define. Tomemos conciencia de lo limitante que puede ser esto, para que nuestra vida sea una creación y no una mera representación. Tenemos una extraordinaria máquina a nuestro servicio, pero no somos máquinas. Podemos trascender la programación inicial y complementarla con nuevos conocimientos, programas, enlaces e interacciones.

Somos capaces de entenderlo desde un ordenador que nos conecta al mundo virtual, pero nos cuesta ver la globalidad en una gran metrópolis en el día a día que vivimos como máquinas. No vemos al otro como un enlace, un complemento, una interacción sino que analizamos sus actos desde la perspectiva de su utilidad, como máquinas, sin profundizar, desde nuestro rol diario, desde nuestra soledad…como un IP solo y aislado

Yo elijo tener libertad interior. La que me permite decidir hacer lo que debo, lo correcto aunque no sea cómodo, ni me beneficie con ello. Elijo crear mi vida y no solo representar un papel. Elijo ser.

¡FELICES FIESTAS A TODOS!