Aprendamos a amarnos: Formas de pensamiento erróneas (cont)
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LA
ESCUELA
En el colegio religioso al que yo asistí desde los 4 a
los 16 años, nos transmitían mensajes de comportamiento, de valores y
principios idénticos o parecidos a los de los demás colegios del país. Guardo
en mi mente y en mi corazón buenos recuerdos. Gracias hermanas por vuestra
paciencia e interés y por los momentos que compartimos.. pero estoy escribiendo
esto no para hablar de los buenos ratos, que fueron muchos, sino de las ondas
que volaban por el aire susurrándonos al oído o gritándolo a voces.
Con el uniforme empezaba la
creación de los hábitos de uniformidad. Pichi de cuadros de pata de gallo
marrón, cinturón marrón de cuero y camisa blanca. Calcetín marrón para diario y
blanco para las celebraciones y fiestas o visitas insignes. El mismo largo, por
debajo de la rodilla, para todas igual también, la misma hechura. Donde miraras oías este pensamiento: “no seas única, no te distingas del grupo, todo está ya
decidido para vosotras, sométete sin chistar, obedece”.
El silencio estaba
programado y también el tiempo de reflexión y meditación. Se comía el primer
plato en silencio después de la oración de agradecimiento por los alimentos y podías
hablar a partir del segundo plato si todo había ido bien. Entrabamos en fila y
por orden de altura o de apellido que era la única posibilidad de llegar al aula al
final del recreo de las 11h…y si preguntabas “¿por qué?” la respuesta era:
“Calla. No preguntes. Obedece. Tienes que hacer lo que se te dice. Aunque no lo
entiendas, hazlo, que la vida es sacrificio y Dios quiere nuestro sacrificio”
Se esperaba de nosotras que fuéramos
unas niñas bien adaptadas, sumisas, que no creáramos problemas de ningún tipo y
que nuestros pensamientos apoyaran las ideas que reinaban en el ambiente:
“Calla. Obedece. Aprende” “No hagas nada sin pedir permiso". "Tu no puedes
decidir por ti". Y aunque no eran las más expresadas, si presidian los actos
académicos y festivos.
“Permiso para ir al lavabo”,
“¿Puedo levantarme?”, “¿Puedo llamar por teléfono a mi familia?”, ¿Puedo…?
Muchos “puedos” obtenían un bondadoso “SI” y era así, porque acostumbrábamos a
pedir aquello que podía ser pedido. Pero había demandas que eran inimaginables
en aquel marco y por eso nadie las hacia: "¿Puedo salir a estirar las piernas?" "¿Puedo irme que esto ya lo se y me aburre?"...Es tan cansado y aburrido
permanecer quieto 5 horas en una silla. Necesito moverme. Necesidades
imposibles de conseguir por la vía “legal”. Lo normal era estar quietas y
calladas. “Que no se os oiga”..
En el colegio aprendí
disciplina y autocontrol. En el Instituto Publico, a buscar la singularidad, la
diferencia y en la Universidad, a competir.
¿Y el pecado? ¡Cuánta culpa sentíamos por temor al infierno, al demonio, al fuego eterno! ¡Cuántas pesadillas!
Hay tres maneras de
conseguir manipular a las personas y el pasarles la culpa, es una de
ellas y de las más efectivas. Por eso es tan utilizada. Las otras dos son : El
Soborno y el Chantaje.
En el colegio bastantes
hechos eran pecado mortal y el resto en su mayoría venial, como hablar en la
iglesia, tener malos pensamientos, portarte mal en clase o en casa, decir
mentirijillas sino eran por piedad cristiana, distraerse al rezar..(por eso me
empeñe en convencer que lo moderno era la misa cantada con guitarras y
participaba activamente en la dirección, organización, guitarra, voz... y a
ritmo de Rock and Roll o blues..mi forma de rezar sin distraerme)
Pero ¿cómo te
sentías convencida de estar en pecado y que podrías acabar en el infierno? Menos mal que "La
confesión de los pecados" nos lavaba de nuestras culpas y nos proporcionaba una satisfacción
casi mística que nos hacía sentir bien por un tiempo pero que duraba poco,
porque era muy difícil permanecer inmaculado a los ojos de Dios y vivir con una
espada de Damocles sobre la cabeza.
¿Cómo puede un niño ser feliz y sentirse
bien en su piel cuando ha aceptado grandes dosis de culpa?. Cargar con la
“culpa” significa admitir que soy malo/a y esto entra en conflicto con la
ecuación : “si soy bueno me querrán, o me quieren si soy bueno/a” y “ si soy malo
me dejaran de querer o no me quieren porque soy malo”
A Jorge a los 4 años, le
pegaban en clase porque era malo. Merecía este calificativo y el “palo” era porque no callaba, se reía y “enredaba” en clase más de lo admisible.
Nada ni
nadie nos da derecho a maltratar a otra persona. No importa que has hecho. No
tienes permiso para dañar a otros seres humanos. Eso significa una falta de
respeto a la humanidad por nuestra parte. Interminables horas de castigos que
concluían con el reconocimiento de la culpa y el propósito de la enmienda. Ese
maltrato psicológico, a todas luces es un acto inmoral. Carece de ética, por
atentar contra el respeto que merecemos todas las personas. No tenemos derecho
a dañar psíquicamente a nadie. Está de más decir que nunca nos preguntaron que
pensábamos, qué opinábamos o que sentíamos. El mensaje “tu no eres importante”
nos llegaba en el colegio por todos los lados. Sentías satisfacción solo si
conseguías llegar a los primeros puestos de la clase. La valoración que ellas y
yo hacía de mi, no estaba ni en mis pensamientos, ni en mis palabras, ni
tampoco en las acciones concretas que había llevado a cabo, sino en la relación
que guardaba con las demás niñas.
Cuando me defino como“yo soy la tercera, la
primera o la última” me estoy definiendo a mi misma como un numero ordinal. Somos mucho más que números. Somos personas
únicas e incomparables y además importantes. ¡La manía de los números y de
las posiciones!. NO. ¡No te dejes infravalorar a través de ellos!.
Resumiendo diré, que los
principales mensajes que recibíamos de pequeños eran: "No seas tu", "no destaques"," no pienses por ti misma", "no busques la felicidad en esta vida, si te portas
bien la conseguirás en la otra vida", "no pidas aquello que necesitas o deseas", y
sobre todo, "obedece, aguanta,calla, tolera"…
Y a ti ¿qué te decían sin
palabras? ¿qué estribillo escuchabas? Aquello que hacían ¿qué te enseñaba? ¿Qué
conclusiones elegiste tomar?
Y para acabar por hoy una
última pregunta: ¿Podemos traspasarles la culpa de nuestras desgracias a
nuestros profesores? NO. Creo que no seria lícito hacerlo. Ahora nosotros somos los únicos responsables de nuestra vida. El que
enseña tiene derecho a cometer errores, equivocaciones; tampoco tu tienes la
obligación de ser perfecto. Si te descubres a ti mismo transmitiendo un mensaje
erróneo, tienes una alternativa muy saludable entre las manos: Sentirte bien y
aprender a actuar constructivamente para ti y para ellos, tus alumnos, tus
hijos, corrigiendo el fallo. Todo se puede arreglar. Solo necesitas aceptar el error y voluntad para enmendarlo.